Así se vivió la tromba de 1990 en Chihuahua: el trágico precedente que marcó a toda una generación
Las recientes lluvias torrenciales en la capital del estado evocan el recuerdo de uno de los desastres naturales más devastadores en la historia de Chihuahua: la tromba del 22 de septiembre de 1990.
Las intensas lluvias que han azotado recientemente a la ciudad de Chihuahua, generando emergencias y daños materiales, han reactivado un recuerdo doloroso en la memoria de miles de capitalinos: la tromba del año 1990. Aquel evento, ocurrido la noche del sábado 22 de septiembre, pasó a la historia como uno de los desastres naturales más cruentos que ha enfrentado la capital del estado.
El “Sábado Negro” que cambió para siempre a Chihuahua
Todo comenzó alrededor de las 7 de la tarde, cuando una lluvia torrencial golpeó la zona de La Haciendita, en el inicio del cauce del arroyo de La Cantera. El agua se convirtió en una corriente violenta que no solo inundó las calles, sino que arrastró casas completas, irrumpió en domicilios y acabó con la vida de 50 personas.
La magnitud del desastre fue alarmante: más de 360 viviendas fueron destruidas por completo y al menos 700 resultaron con daños severos. Cerca de 12 mil familias quedaron afectadas por este fenómeno, que puso en evidencia la fragilidad de las zonas urbanizadas sobre cauces naturales.
Las colonias más afectadas: una lección ignorada
Los sectores más impactados en 1990 fueron, irónicamente, las colonias construidas en torno a los cauces de arroyos. La fuerza del agua en La Cantera arrasó con decenas de viviendas, dejando una estela de desolación que movilizó a toda la ciudad y provocó una gran reestructuración urbana.
Resiliencia y reconstrucción: el nacimiento de nuevas colonias
Diez años después de aquella tragedia, el gobierno local y la ciudadanía impulsaron la creación de nuevas zonas habitacionales como Unidad, Ponce de León y Nombre de Dios. Estas colonias surgieron como respuesta a la necesidad urgente de reubicar a las miles de personas que lo perdieron todo. Así, la ciudad se reinventó sobre las ruinas de la catástrofe, mostrando una vez más su capacidad de resiliencia colectiva.
Un llamado a la prevención ante fenómenos extremos
La tromba de 1990 sigue siendo un punto de referencia obligado cuando las lluvias vuelven a tomar protagonismo en Chihuahua. Más allá del recuerdo, su legado es una advertencia sobre los riesgos de construir sin respeto por la naturaleza y la urgencia de mejorar la planeación urbana, sobre todo frente al cambio climático y sus efectos cada vez más severos.
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