En medio de un clima de creciente inconformidad social, han surgido comparaciones entre el ejercicio del poder presidencial actual y prácticas implementadas hace medio siglo en México. Diversos analistas destacan que la tensión entre autoridad y ciudadanía vuelve a manifestarse, generando recuerdos de etapas donde la represión marcó la respuesta institucional ante las demandas públicas.
Mencionar el año 1968 implica referirse a uno de los capítulos más sensibles de la vida política nacional, señalado por la restricción del disenso y el uso de la fuerza contra movimientos sociales. En ese periodo, el discurso oficial justificaba la contención bajo el argumento de que la tolerancia tenía límites.
El discurso de la historia y su reaparición en la política moderna
La frase pronunciada en septiembre de 1968 por el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, “hemos sido tolerantes hasta excesos criticados, pero todo tiene su límite”, siguió siendo recordada durante décadas. Incluso fue retomada por distintas figuras políticas en momentos clave de sus carreras.
Una de ellas fue Claudia Sheinbaum, quien en diciembre de 2018, al asumir la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, utilizó la referencia como marco para anunciar la desaparición del cuerpo de granaderos, asegurando que la relación entre gobierno y ciudadanía debía dar un giro hacia prácticas no represivas.
Del discurso al manejo de la protesta social
Con el paso del tiempo, episodios de tensión social fueron poniendo a prueba esa promesa. En marzo de 2022, previo a la conmemoración del 8M, el Centro Histórico fue resguardado con vallas y operativos policiales. En aquel momento, la entonces jefa de gobierno insistió en que no se recurriría a la represión y que el objetivo era evitar situaciones de riesgo durante las movilizaciones.
Sin embargo, al llegar a la Presidencia de la República, el discurso oficial sobre el manejo de manifestaciones continuó girando en torno a la idea de “contener”, término que algunos sectores han interpretado como una versión moderna del “límite” utilizado en décadas pasadas.
Promesas de respeto a la expresión frente a hechos recientes
Durante su toma de protesta en octubre de 2024, la presidenta reiteró que su administración no restringiría la libertad de expresión. El mismo mensaje fue compartido en encuentros con representantes de medios de comunicación, donde afirmó que su gobierno no establecería controles sobre la prensa.
Los acontecimientos posteriores contrastaron con ese posicionamiento. La presencia de cuerpos policiales en manifestaciones y el uso de fuerza en operativos recientes reactivaron el debate sobre el papel del Estado frente a las exigencias ciudadanas, especialmente entre grupos que reclaman resultados inmediatos en temas de seguridad y justicia.
Un debate que sigue abierto
Las comparaciones entre distintos momentos históricos se mantienen vigentes ante la percepción de que la autoridad vuelve a enfrentar el descontento social con medidas de fuerza. Para especialistas y observadores, el paralelismo radica en que tanto en el pasado como en el presente se han utilizado discursos de apertura que terminan enfrentándose a acciones que generan dudas sobre su congruencia.
Mientras persista la tensión entre protesta, libertad de expresión y uso de la fuerza pública, el tema continuará al centro de la discusión pública.
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