Durante los últimos días, usuarios en Internet han difundido con entusiasmo la noticia de que la NASA habría confirmado una segunda luna orbitando la Tierra. Sin embargo, los expertos desmintieron esa versión: aunque nuestro planeta sí cuenta con un nuevo acompañante espacial, no se trata propiamente de una luna, sino de una cuasiluna, un tipo de asteroide que viaja en sincronía con la órbita terrestre alrededor del Sol.
El objeto, denominado 2025 PN7, fue detectado recientemente por astrónomos de la Universidad de Hawái, quienes aseguran que este cuerpo celeste ha estado acompañándonos desde hace décadas y continuará haciéndolo hasta alrededor del año 2083.
Qué es una cuasiluna y por qué no se considera una “segunda luna”
A diferencia de la Luna, las cuasilunas no están unidas gravitacionalmente a la Tierra. En realidad, orbitan al Sol siguiendo un trayecto casi idéntico al de nuestro planeta, lo que las hace parecer “compañeras” desde nuestra perspectiva.
El investigador Carlos de la Fuente Marcos, coautor de un estudio sobre 2025 PN7, explicó que estas rocas espaciales son como “dos barcos navegando por la misma corriente”, moviéndose al mismo ritmo pero sin estar físicamente conectados.
Las cuasilunas son pequeñas y difíciles de detectar. En el caso de 2025 PN7, los cálculos iniciales estiman que mide unos 18 metros de ancho, aunque algunos científicos creen que podría ser incluso el doble.
La órbita de la cuasiluna 2025 PN7: un acompañante temporal
De acuerdo con las observaciones actuales, 2025 PN7 se encuentra a una distancia promedio de 4 millones de kilómetros de la Tierra, aunque en ciertos puntos de su órbita puede alejarse hasta 17 millones de kilómetros.
Los astrónomos estiman que esta cuasiluna se unió a la trayectoria terrestre hace aproximadamente 60 años y que abandonará su posición hacia el año 2083, siguiendo su curso independiente por el sistema solar.
Por qué el hallazgo entusiasma tanto a los astrónomos
El descubrimiento de nuevas cuasilunas siempre despierta gran interés científico. Estos cuerpos celestes ofrecen una oportunidad única de observación a largo plazo, ya que permanecen en las cercanías de la Tierra durante años o incluso décadas, a diferencia de otros asteroides que solo pasan fugazmente.
El astrónomo aficionado Sam Deen, en declaraciones a Sky & Telescope, destacó que este tipo de objetos “permiten estudiar su composición y comportamiento durante largos periodos, incluso con telescopios medianos”.
China, por ejemplo, ha mostrado gran interés en las cuasilunas. En mayo lanzó la sonda Tianwen-2, cuya misión es aterrizar sobre una de ellas —Kamo’oalewa— y traer muestras a la Tierra para su análisis.
Un fenómeno fascinante, no una segunda luna
Aunque la idea de tener dos lunas puede sonar atractiva, la realidad científica es distinta: la Tierra continúa con una sola luna natural, mientras que las cuasilunas como 2025 PN7 son visitantes temporales que comparten nuestra órbita solar por coincidencia.
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