La historia criminal reciente de Chihuahua tiene en Andrés Ulises Castillo Villarreal uno de sus nombres más infames. Conocido por los investigadores como “El Descuartizador de Chihuahua”, este hombre fue hallado culpable de asesinar al menos a tres personas, aunque él mismo confesó haber cometido doce homicidios entre 2009 y 2015.
Tras su captura, un tribunal lo sentenció a 120 años de prisión, cerrando así uno de los casos más estremecedores de la región, tanto por la brutalidad de los actos como por la meticulosidad con la que fueron cometidos.
El perfil psicológico de un asesino
Los peritos lo describieron como un psicópata sádico y organizado. Castillo seleccionaba a sus víctimas con cuidado: hombres jóvenes, consumidores de metanfetaminas, a quienes atraía con la promesa de drogas o dinero fácil. Una vez en su domicilio, los drogaba, los agredía sexualmente y finalmente los asesinaba mediante golpes contundentes en la cabeza.
Este patrón de comportamiento, según los especialistas, reflejaba una mente metódica y carente de empatía, con una profunda necesidad de control y humillación hacia sus víctimas.
El macabro ritual de los juguetes
Uno de los rasgos más inquietantes del caso fue el componente ritual en los crímenes. Castillo utilizaba la misma segueta para desmembrar los cuerpos y colocaba juguetes infantiles junto a los restos, un detalle que desconcertó a los investigadores.
Los perfiladores criminales concluyeron que estos objetos representaban una proyección simbólica de los abusos sufridos por Castillo durante su niñez, una forma de revivir su trauma a través del horror que infligía a otros.
Los hallazgos que lo delataron
El fin de su serie de crímenes llegó con el hallazgo de restos humanos en la colonia Desarrollo Urbano de la ciudad de Chihuahua. Entre las víctimas identificadas se encontraban Lorenzo Ernesto Olivas Barrios y Daniel Alfonso Rodríguez Morales, asesinados a finales de 2015.
La investigación culminó con el descubrimiento del cuerpo de Fernando Valles Gandarilla, enterrado bajo el piso de la casa del propio Castillo. Este hallazgo fue clave para su captura definitiva en enero de 2016, tras años de sospechas e investigaciones fragmentadas.
Un caso que marcó precedente
El caso de Andrés Castillo sigue siendo objeto de análisis entre criminólogos y especialistas forenses, no solo por la brutalidad de los crímenes, sino también por la forma en que reflejó fallas estructurales en la atención temprana a comportamientos violentos.
Más allá de su sentencia, el caso dejó una lección profunda sobre la necesidad de fortalecer la investigación criminal y la prevención del delito en Chihuahua.
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