La película Café Chairel, dirigida por Fernando Barreda Luna, se presenta como una propuesta que desafía el ritmo vertiginoso del cine contemporáneo. Rodada en Tampico, la cinta forma parte de la competencia oficial por el Premio Mezcal en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), y representa uno de los trabajos más personales y conmovedores del cineasta.
Con un tono pausado y una estética nostálgica, la película cuenta el encuentro de dos personajes que, marcados por la pérdida, tejen un vínculo de sanación y ternura. La cinta está protagonizada por Tessa Ía, Mauricio Isaac y Leo Deluglio, y fue concebida como una obra que se saborea lentamente, como esa primera taza de café que reconforta en silencio.
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Un proyecto guiado por la libertad creativa
Barreda Luna destaca que Café Chairel nació sin concesiones a lo comercial ni presiones externas. La ausencia de una distribución asegurada fue, para el equipo creativo, una decisión arriesgada pero necesaria: “Si pierdes tu voz por vender la película, dejas de ser autor”, señaló el director.
Ese mismo espíritu se refleja en cada decisión: desde la selección del elenco hasta el ritmo de la narrativa y la música. “La hicimos con cariño, sin atajos ni fórmulas. Esperamos que encuentre a su audiencia, ya sea en salas o plataformas”, comentó.
El valor de lo simple, en voz de sus protagonistas
Para Tessa Ía, el guion fue “una revelación”. La actriz asegura que el filme celebra la belleza de lo cotidiano, como el ritual íntimo de tomar café. “Es una película que te abraza por dentro”, dijo.
Mauricio Isaac, por su parte, resaltó la conexión entre el elenco y el ambiente íntimo que generó el rodaje en una sola locación. “La película tiene esa tristeza alegre que todos reconocemos; ese momento de humanidad frágil que compartimos”, reflexionó.
Y Leo Deluglio celebró el estreno como un cierre significativo de un proceso de dos años: “No le cambiaría nada. Nos gusta tal como es. Eso no siempre pasa”, afirmó.
Una cinta hecha con tiempo, paciencia y memoria
Barreda Luna no quiso apresurar el proceso. “Dejé que la película madurara. Me tomó tiempo porque quería verla y sentirme satisfecho”, dijo. La edición fue uno de los grandes retos, con tres horas de material en las manos y tomas espontáneas que enriquecieron la historia.
Una frase improvisada por Tessa —“Todos estamos solos”— terminó sintetizando el corazón del filme. “Eso es lo que quería contar: la soledad compartida, la conexión en lo vulnerable”, explicó el cineasta.
Volver a Tampico: filmar desde el recuerdo
Otro eje clave de Café Chairel fue la decisión de filmar en Tampico, ciudad natal del director. “No quise mostrar el lado turístico. Filmé los rincones viejos, los abandonados, los que me recuerdan a mi infancia”, dijo Barreda Luna. Ese paisaje melancólico se convirtió en un personaje más del filme.
“Ya la parimos, ahora hay que dejarla ir. Es una película honesta, aunque no sea convencional”, concluyó el director, convencido de que Café Chairel encontrará su lugar en el corazón del público que aprecie el cine hecho con alma.
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