Un ataque sacudió el domingo por la mañana a la comunidad de Grand Blanc, Michigan, cuando un hombre estrelló su camioneta contra una capilla de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, inició un incendio y abrió fuego contra los feligreses que asistían al servicio dominical. El hecho dejó al menos cuatro personas muertas, ocho heridas y varias más desaparecidas. El atacante, identificado como Thomas Jacob Sanford, de 40 años, murió minutos después en un tiroteo con la Policía en el estacionamiento del templo.
La tragedia ocurrió en McCandlish Road, donde la congregación se reunía en un ambiente ya marcado por el luto, pues apenas un día antes había fallecido el presidente de la Iglesia, Russell M. Nelson. En pleno “domingo de ayuno”, jornada en la que los fieles donan lo ahorrado a los más necesitados, la violencia interrumpió las oraciones y la comunión.
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An active shooting-terror attack just took place at the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints in Grand Blanc, Michigan.
— Alex Jones (@RealAlexJones) September 28, 2025
The terrorist rammed his truck through the front of the large church, then began shooting attendees and set the church on fire..
I would given it a 98%… pic.twitter.com/qIuLmAhCd5
Una comunidad en shock y bajo fuego
Según testigos, el atacante irrumpió en la iglesia poco después de que concluyera la Santa Cena. Paula, feligresa presente en el lugar, narró a medios locales que un fuerte estruendo sacudió las puertas antes de que comenzaran los disparos. Otro miembro, Brian, relató que intentaba ayudar a ancianas a salir cuando recibió un disparo en la mano.
El jefe de Policía de Grand Blanc, William Renye, explicó que agentes respondieron en menos de un minuto a la primera llamada al 911. Durante la persecución, Sanford intercambió disparos con dos uniformados antes de caer abatido. Los socorristas dedicaron sus esfuerzos a rescatar víctimas atrapadas entre las llamas. Se estima que hasta siete personas seguían desaparecidas al cierre del domingo.
Pérdida total del templo
El fuego, aparentemente iniciado con un acelerante como gasolina, consumió por completo la capilla de ladrillo rojo. Investigadores de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) encontraron posibles artefactos explosivos en la escena. “El edificio es una pérdida total”, declaró Renye, confirmando que la icónica aguja blanca que coronaba el templo colapsó bajo las llamas.
Vecinos como Cindy Walsh describieron escenas caóticas: humo negro, feligreses corriendo y sirenas inundando la zona. Enfermeras en huelga del cercano hospital Henry Ford Genesys acudieron a brindar auxilio, dejando de lado su protesta laboral. “Las vidas humanas importan más que nuestra disputa”, afirmó Dan Glass, líder sindical.
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El peso de la violencia en lugares de fe
El ataque se suma a una lista creciente de tragedias en sitios de culto en Estados Unidos, que incluye la sinagoga de Pittsburgh, un templo sij y una iglesia católica de Minneapolis. Para Timothy Jones, miembro de una congregación cercana, los domingos deberían ser un espacio de paz: “Un tiroteo parece inevitable, y por eso mismo es aún más trágico”.
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