Un hallazgo poco convencional ha llamado la atención de la comunidad científica : un gas conocido por su olor desagradable podría ofrecer beneficios neurológicos. Investigadores de la medicina experimental identificaron que el sulfuro de hidrógeno, presente en pequeñas cantidades en el cuerpo humano y también en las flatulencias, podría ayudar a proteger las células cerebrales del deterioro asociado con la enfermedad de Alzheimer.
Aunque este gas es tóxico en concentraciones elevadas, los científicos subrayan que, en dosis mínimas y controladas, cumple funciones esenciales dentro del organismo, especialmente en la comunicación celular y en la regulación del cerebro envejecido.
Sulfuro de hidrógeno y Alzheimer: ¿qué dice la ciencia?
El sulfuro de hidrógeno es producido de manera natural por el cuerpo humano y participa en procesos bioquímicos fundamentales. Según los investigadores, este gas actúa como una molécula de señalización que permite a las células comunicarse entre sí, incluyendo las neuronas.
Uno de los descubrimientos clave del estudio fue que los niveles de este compuesto disminuyen con la edad, y esa reducción es aún más marcada en cerebros afectados por Alzheimer, lo que podría acelerar la neurodegeneración.
La sulfhidratación: proceso clave para proteger el cerebro
El estudio explica que el sulfuro de hidrógeno modifica ciertas proteínas cerebrales mediante un proceso llamado sulfhidratación, el cual es esencial para mantener la función neuronal. Cuando este mecanismo se debilita, se generan alteraciones químicas que afectan directamente la memoria y la cognición.
Los científicos confirmaron que los cerebros con Alzheimer presentan niveles notablemente más bajos de sulfhidratación, lo que refuerza la hipótesis de su vínculo con la enfermedad.
Pruebas en laboratorio: mejoras en memoria y movilidad
Para analizar los efectos del sulfuro de hidrógeno, se realizaron pruebas en ratones modificados genéticamente para desarrollar síntomas similares al Alzheimer humano. Durante 12 semanas, algunos de ellos recibieron un compuesto especial que liberaba lentamente este gas dentro del organismo.
Los resultados fueron contundentes: los roedores tratados mostraron una mejora de hasta 50% en funciones cognitivas y motoras, en comparación con aquellos que no recibieron el compuesto. También demostraron mayor actividad física y mejor capacidad para recordar cambios en su entorno.
Enzima GSK3ß y proteína Tau: el origen del daño cerebral
Los experimentos permitieron identificar un mecanismo molecular crucial. En condiciones normales, una enzima llamada GSK3ß participa en la señalización celular. Sin embargo, cuando falta sulfuro de hidrógeno, esta enzima interactúa en exceso con la proteína Tau.
Esa interacción provoca la formación de cúmulos proteicos dentro de las neuronas, bloqueando la comunicación entre ellas y causando su muerte progresiva, uno de los sellos característicos del Alzheimer.
¿Un posible tratamiento en el futuro?
Aunque los investigadores aclaran que oler flatulencias no es un tratamiento médico, el estudio abre la puerta al desarrollo de terapias que imiten la producción natural de sulfuro de hidrógeno en el cerebro.
Gracias a nuevos compuestos capaces de liberar este gas de forma segura y controlada, los científicos consideran posible revertir algunos de los efectos más dañinos del Alzheimer, al menos en etapas tempranas de la enfermedad.
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