En un contexto nacional marcado por constantes marchas y manifestaciones, la aparición del denominado bloque negro vuelve a generar inquietud social. Sus intervenciones —frecuentes en varias protestas recientes— han reavivado cuestionamientos sobre su estructura, sus apoyos y el rol que desempeñan dentro de estas movilizaciones.
Un modelo importado que tomó fuerza en México
El bloque negro surgió en Europa en la década de los ochenta como una forma de acción colectiva con tácticas disruptivas. En México, reportes de inteligencia militar indican que este esquema tiene presencia en 14 estados del país, aunque su actividad más visible se concentra en la Ciudad de México. Su sello distintivo es el anonimato: ropa oscura, el rostro cubierto y una estrategia basada en daños materiales y confrontación directa.
Acciones violentas y tácticas de choque
Durante su participación en diversas protestas, sus integrantes ejecutan pintas, destrozos a mobiliario urbano y agresiones mediante objetos como piedras, palos, resorteras, tubos, artefactos explosivos y bombas Molotov. Según análisis oficiales, existen al menos 18 grupos identificados bajo esta corriente, siete de ellos catalogados como los más radicales.
Una trayectoria marcada por eventos clave
Desde la toma de protesta de Enrique Peña Nieto en diciembre de 2012, su presencia ha sido constante. También destacaron durante la marcha del 2 de octubre de 2013, cuando se identificaron tres colectivos anarquistas activos. En años posteriores, episodios como el incendio de la Puerta Mariana de Palacio Nacional en 2014 y las manifestaciones por Ayotzinapa volvieron a colocarlos en el foco público. Su intervención se repite en fechas simbólicas como el 8 de marzo, el aniversario del Halconazo y otras commemoraciones.
Expertos cuestionan su papel real en las movilizaciones
Especialistas como Alberto Capela sostienen que estas intervenciones no son espontáneas y obedecen a una estrategia política que busca influir en la narrativa pública. Las interrogantes persisten: ¿quién convoca a estos grupos?, ¿cómo se financian?, ¿qué intereses representan?, ¿por qué su operación continúa sin que enfrenten sanciones severas? Hasta ahora, no existen respuestas claras.
El impacto en el derecho a la protesta
Su presencia altera el desarrollo de marchas legítimas, fragmenta contingentes, genera miedo y modifica la percepción social de las movilizaciones. Para analistas, esta dinámica opera como un mecanismo de control que permite gestionar la protesta sin prohibirla abiertamente.
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