Durante las noches del 31 de octubre y el 1 de noviembre, los niños en México recorren calles y plazas al grito de “¿me da mi calaverita?”. Con disfraces que van desde personajes de terror hasta catrinas coloridas, esta costumbre se ha convertido en uno de los momentos más esperados del Día de Muertos. A pesar de su parecido con el “Halloween” estadounidense, pedir calaverita no es una copia extranjera, sino una evolución de una práctica mexicana con más de un siglo de historia.

Origen de la calaverita: una tradición de caridad y memoria

El antropólogo Claudio Lomnitz explica que “pedir calavera” tiene su raíz en la caridad funeraria. Durante los siglos XVIII y XIX, era común dar limosnas a los pobres en funerales y durante las festividades dedicadas a los difuntos. Con el tiempo, esta costumbre derivó en la entrega de dulces o comida a los niños durante los días de muertos.

En aquella época, los pequeños no pedían frituras ni chocolates, sino dulce de calabaza o “chacualot”, que recibían mientras portaban una calabaza o chilacayote hueco con una vela dentro, símbolo de la luz que guía a las almas en su regreso al mundo terrenal.

Fechas y significado del pedir calaverita

Las fechas más comunes para pedir calaverita son el 31 de octubre, coincidiendo con la víspera de Todos los Santos, y el 1 de noviembre, cuando se recuerda a los niños fallecidos, conocidos como “angelitos”. En algunas regiones, la tradición continúa también el 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos.

En su esencia, la calaverita representa una forma de mantener vivo el vínculo con los muertos, combinando el juego, la ofrenda y la alegría en una celebración profundamente mexicana.

El disfraz: una influencia celta que México hizo suya

El uso de disfraces aterradores llegó a México como influencia de antiguas tradiciones celtas, donde la gente se vestía con máscaras para ahuyentar a los espíritus errantes que, se creía, regresaban a la tierra en esas fechas.

Sin embargo, en México el disfraz adquirió un sentido distinto: una expresión lúdica y colorida que mezcla lo festivo con lo sagrado. Hoy, los niños transforman esa herencia en un acto simbólico que honra la memoria, la imaginación y la comunidad.

La calaverita: unión de pasado y presente

Así, cuando cae la noche del 31 de octubre y del 1 de noviembre, las calles mexicanas se llenan de risas, luces y calabazas encendidas. Pedir calaverita no es solo una búsqueda de dulces: es una forma viva de recordar, un homenaje infantil a quienes ya partieron y un reflejo de cómo el Día de Muertos sigue reinventándose sin perder su raíz ancestral.

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